martes, 3 de marzo de 2015

Saer y la independencia del deseo. Saer comprendiendo al ser humano. Saer escribiendo la mejor escena de sexo que no es sexo si no todo lo otro.

"Bianco alcanza a distinguir todavía, dentro de sí mismo, como dos cursos de agua que están por juntarse y confundirse en uno solo, los ramalazos de odio y deseo que se precipitan y lo arrastran, y trata de seguir fijando en Gina una mirada neutra, larga, sin preeminencias ni interrogaciones, pero Gina comprende y, dejando sobre el lavatorio la jarra que ha estado empezando a inclinar hacia la palangana, viene a la cama y se tira en ella boca abajo. Sus nalgas se inflan, oscuras y elásticas, lisas, en tanto que el vello finísimo, en la parte posterior de los muslos, se eriza lento y diminuto. Con la cara aplastada contra las rayas verdes y blancas de la sobrecama, Gina alza la mirada y ve que Bianco tiene los ojos fijos en sus nalgas. Una sonrisa pesada, que empieza siendo burlona pero termina mezclándose con relentes soñadores y dolorosos, aparece en sus ojos más que en sus labios. "Mi culo", dice Gina, marcando bien cada una de las sílabas en una entonación de asombro enojoso, de reproche, considerando impensable que esa parte de su cuerpo que para ella es remota, indiferente, casi extranjera, pueda ejercer en Bianco tanta fascinación, pero enseguida, y casi a su pesar, entrecierra los ojos y empieza a respirar rápido y a mover la lengua, frenética, en el interior de su boca, de tal modo que la punta rojiza, que aparece a veces, fugaz, en el exterior, le infla y desinfla las mejillas, mientras su vientre, aplastado contra las rayas blancas y verdes de la sobrecama, empieza a realizar un movimiento circular que se propaga por todo el cuerpo y sobre todo por las nalgas redondas y lustrosas.
Bianco sale de la cama y se desnuda. Al odio, al deseo, se suma ahora el terror, la convicción de que el deseo de Gina es independiente, autónomo del suyo propio, como una ondulación que viene de más lejos que todos los propósitos, todos los sentimientos y todas las determinaciones"
La ocasión, J.J. Saer

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