lunes, 24 de octubre de 2016

Me pasé el día mirando por la ventana del departamento. Le digo el departamento porque no es mío y no puedo considerarlo algo más que eso, sin embargo, todas mis cosas están desparramadas por ahí y mis bombachas están en los cajones.
El día estuvo gris claro, como si el sol quisiera salir pero todavía no fuera el momento, quizás un poco de fiaca, como la que tengo yo y por eso me quedo acá, echada, inmóvil, no sea cuestión que me mueva y algo cambie y tenga que volver a empezar.  Leí en una entrevista en la que Brian De Palma contaba que cada vez que a una de sus películas no le iba bien, quedaba desterrado del sistema de estudios y tenía que volver a empezar. Una y otra vez, volver a empezar. Pensé, que síntesis la vida, que es lo mismo que hacer películas; tener que empezar desde cero todo el tiempo.
Quizás el cero no es el punto de partida real, como en la narrativa, el cero puede estar(ser) en la mitad del conflicto, atrás del cero hay un pasado y volver a empezar no requiere borrar ese pasado, borrón y cuenta nueva no existe ni en la vida ni en el cine.
Vuelvo a pensar en la ventana. Ahora estoy afuera, y miro para adentro. La visión no es la misma, el adentro es mi afuera y el afuera es aterrador pero viejo, conocido. El vecino tiene un gatito y cercó todo el balcón. El gatito nunca aparece y el vecino tampoco, sólo queda de ellos el balcón cercado muy desprolijamente y algunos envases de cerveza vacíos. Quizás es su volver a empezar, no creo, pero tampoco puedo estar segura.

lunes, 11 de enero de 2016

Hoy se murió Bowie.

El mensaje decía "Murió David Bowie, estoy desolado". Lo leí cuando me desperté para ir al baño a las siete. Una vez más la tecnología había generado nuevas costumbres de control, así que me levanté, agarré el celular y fui al baño. Miré la hora mientras hacía pis, el simbolito de mensaje titilaba. Lo abrí, Bowie se había muerto. Dejé el celular y volví a la cama, me acosté. Él abrió los ojos por tanto movimiento y me sonrío, como hace cada vez que me muevo y lo despierto. Lo mire y no le devolví la sonrisa, todavía estaba pensando. Me intrigaba el cómo. Si, el cómo. Cómo alguien como Bowie se muere así, de un día para el otro, sin aviso, sin destellos. Se murió y ni pidió permiso. "¿Está todo bien?" me preguntó él, porque yo no le devolví la sonrisa y no me dormí enseguida, como hago siempre; él me mira, yo lo miro y nos dejamos seguir durmiendo. "Se murio Bowie". Los dos dejamos los ojos abiertos un rato más. "¿Cómo?", "No se, no tengo idea". Mientras pensaba me acordé de mi abuela contando lo triste que se puso cuando murió Cortázar, siempre cuenta que lloró mucho y que estaba desconsoladamente triste porque a partir de ese momento asumía que nunca más iba a poder leer nada nuevo de él, que hasta ahí llegaba su voz. La imagen de mi abuela contando su recuerdo me hicieron sonreír un poquito, porque no puede haber inocencia alguna en su último disco, nos dejó ver lo último de su voz. De fondo el día empezaba a vivir, el vecino taladraba algo, los pájaros cantaban, la calle se llenaba de autos estridentes y nosotros nos quedábamos ahí, tirados en una cama en un mundo en dónde Bowie ya no existía.

martes, 29 de diciembre de 2015

un héroe

Lo más valioso que aprendí el último tiempo es a guardar cosas para mi, de este modo uno aprende que vale la pena compartir y que no pudiendo darle a cada momento un valor particular se salva a cada situación de volverse redundante y equitativa. No todo debe decirse, y no todo tiene que ser escuchado y comprendido por otros. Claro que hay algo de solitario en el proceso, pero nada es inocente y se le aparece a uno porque si. No, claro que no. Llegar al punto en que uno decide no compartir surge de una necesidad de comprenderse a uno mismo, y por otro lado, de no endiosar al otro convirtiéndolo en eso maravilloso y único que nos puede salvar. Ahora soy sólo yo, buscando que todo momento se vuelva la huella para algo más grande, para un plan que me lleva a otro lugar y me convierte en el héroe usurpador de deseos generales, luchando contra grandes monstruos y logrando esquivar todos los obstáculos que se me presentan. Un héroe, que quizás por dentro está recomponiendo cada una de sus partes, pero que no todos tienen el derecho de saberlo. Si no saben, no pueden reprochar. O quizás si saben pueden comprender. El dolor no está en compartir, si no en la misma acción. Ahí es dónde reside el más amplio dolor del héroe.

Hace algunos días que volvió la angustia. Uno piensa que a esta altura hay cierto grado de acomodo en las transiciones pero la realidad cada vez que vuelve a aparecer es como si nunca se hubiera ido; todo se tiñe de inconcluso y ya no se puede seguir con nada más, se pierde el eje.
Cuando se va, una ola de optimismo rodea cada paso y el mundo de golpe no es tan grande como creías, todo está a unos pequeños pasos de tus manos y simplemente podes ser. Es un ir y venir constante, como un juego de ciclismo infinito del que no se puede salir. En el fondo, siempre se vuelve al mismo lugar, una y otra vez, no importa cuanto avances, termina siendo el mismo.

A veces pienso que vivo con esto desde que tengo la posibilidad de reflexionar. Cuando empiezo a unir los puntos, todo tiene sentido. Me gustaría acercarme a mis conocidos y preguntarles si ante sus ojos siempre fui así, si hay patrones que noten en mi, si me repito, si ven cuando estoy ahogándome, qué se siente ver el vacío en mis ojos. Quiero descifrar si esto es parte de mi, o simplemente algo que se aprisionó como garrapata y no quiere irse. No estoy segura que parte me tranquilizaría más, porque si esto no soy yo quizás no haya nada debajo, quizás sólo soy la construcción de  algo invisible que no puede mostrarse y se alimenta de una necesidad más allá de lo humano, más allá del amor o cariño que pueda haber, más allá de todo.
Quizás si no soy esto no puedo ser nada más. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Contaba

los meses en milímetros, pensando que quizás así la medida se hacía visible. corriendo la mirada de escalón en escalón haciendo plausible la memoria.
Me busqué, estaba en la orilla del sentimiento estructural, rompiendo los hilos, mirando los globos caer uno a uno desinflándose con el paso del tiempo. Un tiempo que no es nuestro, ni es de ellos. Un tiempo al que le somos pura humedad. Pensé en pedirte que te quedaras, un rato más arropado junto a mi, envuelto sólo en mi piel, sintiendo la respiración contra mi pecho, así me daba cuenta que había algo más en vos, no sólo el tiempo que te construye. Algo más allá de lo que yo podía armar sobre tu mirada. Eras eso con o sin mi, tu propia eternidad. Pero las palabras se fueron escabullendo de los momento, y no pude parar, no pude pedirlo. Me devolviste la piel, y me sentí agradecido.

viernes, 16 de octubre de 2015

No los siento. No los siento por la repetición de la palabra que concurre. No los siento por que no están ahí, sin importar cuanto me miren. Dan la vuelta, persisten, se observan, diluyendo en el segundo contado.
No los siento por que no quiero, por que seguir acá no es condición de existencia si no de creencia. Seguir acá por que sino, ¿dónde seguir? Ya no hay manos cálidas. No hay manos, no hay tacto, no los siento. Se apacigua la bruma, sin embargo mantengo la mirada baja para evitar la luz. Esa que es de ustedes y que no me llega sólo por el reflejo, que rebota, allá, acá, a mi alrededor, pero no en mi. No los siento. No los siento por que no puedo, por que correrme de ustedes sería más fácil que permanecer inmóvil en el margen de lo inexacto, adueñándome de la consistencia que emanan.
No los siento, aunque estén dentro mio. Aunque me inunden de sus fluidos. Aunque sus bocas envuelvan cada una de mis partes, yo no los siento. No los siento por que no lo quiero.

viernes, 21 de agosto de 2015

Puse Transformer y me fui a bañar. Dejé todas las puertas que separan el cuarto del baño abiertas para que la música llegara con la mayor perfección posible. Me puse abajo del agua tarareando.
En algún momento algo debió pasar porque me encontré divagando sobre las últimas dos horas que había pasado envuelta en una frazada llorando. Después de llorar durante bastante tiempo, es difícil querer pensar sobre las razones, más que nada porque la catársis ya ha sucedido, volver teniendo a flor de piel el sentimiento no es lo más recomendable. Pero sonaba Lou Reed, y nada podía salirse de lugar con un  disco tan increíble de fondo. Abajo del agua, perdiendo temporalidad y control un impulso inquietante me hizo querer llamar a todos los hombres que conocía para insinuarles de acostarnos juntos. Solo eso, sexo. Pensé que la solución más cercana a una tristeza que no se controla es lo opuesto: el placer. Tener relaciones con distintos hombres para experimentar placer que saque de plano la tristeza. Hombres que solo serían cuerpos ajenos, sin vínculos, cuerpos que interpretan y entregan placer. Sólo eso, cuerpos catárticos, anamórficos, pero principalmente no míos, no propios, casi no humanos. Cuando salí de la ducha el tacto de mi propio cuerpo se endureció y la tristeza volvió a tomar forma, de un modo tan arrebatador que ya no quedaba lugar para el placer.

domingo, 16 de agosto de 2015

Contradecir al mar

Una ráfaga incontrolable,
como mirar al mar de frente, sin miedo,
entregarse a la idea de una eternidad que no nos pertenece.

Te oí decirlo, mire tus labios moverse,
repitiendo cada una de las palabras.
El golpe final, la apropiación de sentidos para establecer
esa humanidad que carezco,

los bolsillos pesados de arena, la dureza al
trasladarnos, con los pies húmedos
en lo inhabitable del agua salada, que nos llama
pidiendo comprensión  con un susurro
latente en cada uno de nuestros lóbulos:
no hay que dejar que el olvido nos penetre