sábado, 22 de febrero de 2014

Estaba cruzando la avenida y entonces olí la manga de mi saco que no olía a mi si no a otra persona. Es posible que la noche anterior alguien me rozara o me abrazara y entonces se impregnara, violentamente, su olor en mi saco. 
Hoy me vestí igual que ayer por que ayer estaba todo tan lindo, que aveces queres recrear la situación. Entonces yo me pongo la misma ropa, que hoy ya no tiene olor a mi sino olor a otra persona.
Escribí varias poesías, no te las muestro por que a vos no te gusta la poesía. Son banales y medias cursis. Es como si Ruben Dario hubiera reemplazado toda su delicadeza por un montón de adjetivos barrocos. Pensé un rato, mientras olía mi saco con olor a otra persona el por qué escribo y entonces pensé (otra vez, repetidas veces) que si no escribo lo que siento entonces no es real, que en la palabra cae la realidad de lo pensado. Quizás soy muy básica y sensible, pero  estoy mensturando (y esto te molesta, que eso me defina el ánimo te molesta tanto como a mi). Es horrible pero por ahí podría adjudicar toda esta chachara a el desequilibrio hormonal y eso estaría bien. Por que menstruamos, todas hasta que en algún momento lo dejamos de hacer. Las paredes de tu útero se desgarran. Mientras pensaba en esto, sin distraerme, con la manga de mi saco que no distancié de mi nariz desde que esto empezó, me dije a mi misma: ¡que logro maravilloso la intimidad con otros! Aunque siempre hay una distancia, y que mal me siento como persona cuando no lo logro, cuando quiero lograrlo pero no lo logro. 
Bueno, ojala te vuelva a ver y no piense en que no puedo llegar a vos por que tenemos un abismo en el medio. Entonces me podes abrazar y así mañana huelo a vos otra vez.

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