lunes, 24 de marzo de 2014

El arte no funciona como herramienta para que el ser humano se sienta bien, afable y feliz con su entorno. O al menos, si fuera a funcionar de ese modo entonces debería considerarse la intención de que también funciona como arma destructora. La mayor prioridad del arte debería ser deconstruir, poner en evidencia y dar el espacio necesario para las distintas visiones de la idea. La estructura catártica funciona, pero está vacía de intención profunda y  se proclama banal a las necesidades del sujeto incandescente. El arte no es el juguete con el cual se premia al niño, el arte debe estar para la desilusión de todas nuestras almas. No tenemos la obligación de generar historias cerradas, circulares para el bienestar y comodidad de el resto. Debemos dejar espacios, vacíos. Espacios vacíos, lindantes con todas nuestras perversiones. Poniendo pieza por pieza en la necesidad galopante de sentir algo más que sólo esto.

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