viernes, 16 de octubre de 2015

No los siento. No los siento por la repetición de la palabra que concurre. No los siento por que no están ahí, sin importar cuanto me miren. Dan la vuelta, persisten, se observan, diluyendo en el segundo contado.
No los siento por que no quiero, por que seguir acá no es condición de existencia si no de creencia. Seguir acá por que sino, ¿dónde seguir? Ya no hay manos cálidas. No hay manos, no hay tacto, no los siento. Se apacigua la bruma, sin embargo mantengo la mirada baja para evitar la luz. Esa que es de ustedes y que no me llega sólo por el reflejo, que rebota, allá, acá, a mi alrededor, pero no en mi. No los siento. No los siento por que no puedo, por que correrme de ustedes sería más fácil que permanecer inmóvil en el margen de lo inexacto, adueñándome de la consistencia que emanan.
No los siento, aunque estén dentro mio. Aunque me inunden de sus fluidos. Aunque sus bocas envuelvan cada una de mis partes, yo no los siento. No los siento por que no lo quiero.

No hay comentarios: